martes, 26 de marzo de 2013

Tu veux jouer?


¿Quieres jugar? - Le preguntó ella con descaro.


Tal vez, pero tendrías que volver a enseñarme. - Respondió él con su típica sonrisa pícara y esa mirada que a ella le encantaba.

Como pasa con todos los juegos, siempre existen normas, movimientos que te llevan a perder la partida, a jugártela y en algunos casos a celebrar la victoria, con una sonrisa de oreja a oreja. Son pocos los buenos jugadores, en cambio son suficientes los que juegan sin un objetivo claro, o en ocasiones los que se obsesionan tanto con el resultado que acaban por no saber jugar.


Tener siempre un as debajo de la manga, ya sea de la camisa o del pantalón, siempre viene bien para que el juego no termine, aunque pueda parecer totalmente lo contrario. Las mejores partidas siempre son aquellas que te dejan con ganas de continuar, a pesar de tu éxito o fracaso, pues la propia esencia del juego,el mero hecho de "jugar" e ingeniártelas sea como sea para conseguir lo que quieres y sorprender al oponente, son la base de esta acción.






En este caso, ambos eran unos jugadores profesionales, que sabían siempre sacar el mejor de los mejores ases de debajo de su manga para así dejar boquiabierto al oponente. Creo recordar que les encantaba ganar, siempre a su manera claro, sin enfados ni discusiones, pero alegrándose y sintiéndose orgullosos el uno del otro. Era divertido jugar, era una forma de vida...

http://www.youtube.com/watch?v=lTjqxQVkz8c

lunes, 25 de junio de 2012

Amour


El amor. Bonita y a la vez retorcida palabra. Hace tiempo que intento comprenderla, día a día, noche tras noche, pero nunca consigo definirla al cien por cien. Se me resiste...

sábado, 12 de mayo de 2012

F.M.P.


Las mejores respuestas son aquellas que te sorprenden (para bien o para mal), aquellas que no esperas que ocurran, pero lo hacen.

 Esta es una de las respuestas que siempre recordare...

 

Hace tiempo que busco escribir algo que valga la pena. Algo que explique el porqué de una vocación absurda, de una necesidad cobarde como la de escribir. He buscado refugio en los versos de los más grandes poetas, entre las líneas de los novelistas más vanguardistas, detrás de cada obra de teatro, entre bambalinas… Nada. He buscado la inspiración en mil ciudades, entre los brazos cálidos de una mujer, en cada rincón de la noche de esta ciudad oscura…Nada. Y cuando menos te lo esperas, mientras el grifo de la ducha aclara tu pelo, abres un blog y lees: “Cosas que no se suelen decir todos los días…”

Con la lagrima todavía tatuada en mi ojo izquierdo, mas sin temor a que ello empañe los hechos, intentaré contaros esta historia desde otra perspectiva.

Apenas cumplían una quincena los años 90. Quizá tuvieses prisa por nacer, por empezar a ver el mundo con tus aun diminutos ojos oscuros y tus rizos inolvidables desde una baldosa de la calle Santo Tomás. Brasil ganaba de nuevo un Mundial, esta vez en Italia, mientras el poble català se ponía manos a la obra ultimando los preparativos para los Juegos Olímpicos de Barcelona. ¡Qué caprichoso azar! Italia y Cataluña acabaran cruzándose en el camino de unos zapatitos torpes que apenas empezaban a andar… Porque dicen que empezaste a andar y a hablar demasiado pronto. Se ve que tenias cosas importantes que decir, que te morías por descubrir qué estaba pasando a tu alrededor mientras todos te observaban boquiabiertos y babeantes: “¡Que mona es!”

¿He dicho todos?. Rectifico: todos menos yo. Aquella “sorpresita” que traía mi madre iba a convertirse en mi principal enemigo por aquel entonces. Es cierto. Ella no entraba en mis planes, en mi espacio diminuto y cálido de la calle Ganaderos. El Tiranosaurius Rex, la pelota escondida debajo de la cama, la bola del mundo azul y yo nos bastábamos en aquella habitación blanca y celeste del tercero izquierda. Pero tú permanecías absorta en tu mundo de baños a media tarde, de polvos de talco y aquella fragancia constante de Nenuco en el cuarto de baño. Así, bien perfumadita y radiante, se fueron sucediendo tus primeras conquistas y así, receloso y dispuesto al combate, me fui transformando en el prototípico hermano envidioso. Cada vez que te dejaban a mi cargo ya sabes qué ocurría (planchas en la cabeza, balcones que no se abrían, mecheros que se acercaban peligrosamente...). En fin, tengo una imagen que conservar y, aunque todos tengamos un pasado, creo que llegados a este punto me detendré.

La niña crece y con ella sus virtudes y su gracia. Todo lo hace bien. La niña es buena estudiante, trabajadora, organizada; la niña baila, va a clases de ballet, de danza, sale en festivales. Eso sí, la niña sigue sin comer. Se diría que su manjar preferido son sus tres dedos de la mano derecha y que solo ella los supo componer de tal manera que fueron su pasatiempo principal en su boca. La niña, pues, progresa adecuadamente y apunta dotes artísticas.

Pero la niña, quizás sin darme cuenta, se acaba colando en mi vida. Silenciosamente, de puntillas y en zapatillas de ballet, se va acercando a mi mundo, me ofrece una especie de pacto de no agresión porque es más inteligente que yo y ha aprendido rápido –es mujer- que la unión hace la fuerza. Y como fuerza tiene poca y la necesita para abrir la puerta de casa si quiere comer, baja y espera obediente al hermano mayor que sale del colegio siempre tarde con alguna excusa inverosímil. Yo le abro la puerta de lunes a viernes y ella me ayuda a conocer chicas. Es un pacto implícito mas necesario.

Ella cumple los quince mientras otros sobreviven a los veinte. De un plumazo, crecen sus alas invisibles y alza el vuelo. Consigue mantener el equilibrio a base de vasos de leche y queso, siempre al compás de las Spice Girls que, durante aquella época, sonaban a toda pastilla en un radiocassette propio de un anuncio de Micolor y hacían vibrar las cuatro paredes de una habitación sonámbula. El teléfono, mientras tanto, podía sonar las veces que quisiera…

Jamás me ha contado cómo la conoció. Qué le atrajo de ella, qué pensaba hacer bajo su amparo. Lo cierto es que la noche le gustó y todavía hoy mi madre le recuerda que es demasiado tarde para tener los ojos abiertos. ¿Pero qué sería de nuestros días sin sus noches? La noche, la eterna olvidada, así como la distancia, nos han acabado de unir. Noches infinitas e inolvidables que seguimos acumulando cada vez que sigo sus pasos por las distintas geografías que habita. Curioso. Ella habla siempre de seguir mis pasos. Yo, acechante, no hago más que espiarla y seguirla. Porque, aunque no lo sepas, llegados a este punto de la noche, te lo voy a confesar: soy fan de ti. Y si me dejas, seré tu principal seguidor allí donde vayas, tu fiel vasallo o, si lo prefieres, puedo seguir esforzándome por seguir siendo el hermano mayor que te hubiese gustado tener. Seguiré esforzándome para tener las maletas siempre listas, las llaves de cualquiera de mis casas siempre a mano y un par de cervezas frescas en el frigo. Seguiré recorriendo el mundo no para dejarte sola sino para allanarte el camino. Si me dejas, intentaré devolverte todo lo que me das y me demuestras (que es infinito).

Todo esto para decirte simplemente: GRACIAS POR EXISTIR.   



                                                                                                            F.M.P. 

jueves, 3 de mayo de 2012

J'aime vous l'aimez


Creo que en todo este tiempo, en todos estos meses que me he dedicado a escribir alguna gilipollez por la noche con tal de ver si puedo dormirme, no me he presentado.

Me gusta trasnochar, escuchar el silencio de la noche y dejar que por un instante mi mente tenga la necesidad de liberarse y dejarme escribir algún par de frases. Me gusta que uno más uno no tengan porque ser dos. Me gusta  Sabina. Me gusta que las cosas no estén preparadas, que surjan sin más, sin que me lo espere. Me gusta pillar un avión sin billete de vuelta. Me gusta escuchar música en vinilos. Me gusta creer en la probabilidad, en que todo puede pasar. Me gustan los momentos que siempre recuerdas con tus mejores amigos. Me gusta la complicidad en las miradas. Me gusta saber que algunas veces, no soy dueña de mis palabras. Me gusta que alguien sepa contagiar alegría allá donde vaya. Me gusta creer que dos cervezas son poco pero diez se ajustan a lo que pido. Me gusta cerrar los ojos cuando llego a la cima de una montaña. Me gusta beber gin tonic. Me gusta que exista una canción que defina cada uno de mis estados de ánimo. Me gusta perderme. Me gusta rodearme de buena compañía. Me gusta hacer aerobic en la madrugada, cada jueves, cada viernes y tal vez cada sábado, con mis compañeras de piso. Me gusta desayunar a las tres de la tarde. Me gusta decorar la casa con serpentinas. Me gusta creer en las palabras de Serrat. Me gusta el verde. Me gustan los besos, si pueden ser dulces mejor. Me gusta que un simple gesto te pueda emocionar. Me gustan los detalles. Me gusta dibujar. Me gusta saber que estáis ahí, siempre. Me gusta el punto intermedio, pero no los extremos. Me gusta que la amistad llegue a ser un vínculo familiar. Me gusta reír, y también soñar...

Me gusta confiar, en algo, en vosotras, en ti, en eso...

domingo, 1 de abril de 2012

...

Aquesta puta sensació d'arribar sempre tard,
de passar per les coses sense tocar-les,
de perdre el temps tractant
de fer quelcom d'important...